¿Nunca has tenido un sueño? Algo que siempre has querido cumplir, un objetivo, una especie de meta en tu vida por la que todo darías. Todos tenemos 1, o varios. Pero si nos paramos a pensar, ¿cuántas veces hemos cambiado de sueño? ¿Cuántas veces hemos abandonado uno por darle por imposible? Yo no creo en los imposibles. Cada vez que renuncias a un sueño, o que le das por “imposible”, cambias una pequeña parte de tu personalidad, distanciándote cada vez más de tu persona, de quien eres en realidad. Yo he leído que “abandonar un sueño es como morirse por fascículos”. Y si lo piensas, tiene sentido. Cuando tienes un objetivo, un sueño, empleas todo lo que esté en tu mano para conseguirlo, pero de repente te das cuenta de que te has cansado de perseguirlo, y desistes. Aquí es cuando se te ocurre otra meta, y miras atrás y ves todo el tiempo que has perdido en un sueño “imposible” o que en realidad ni deseabas.
Esto se puede aplicar a muchos caprichos. Hoy en día somos muy caprichosos, “culo veo, culo quiero”. Y a veces esto nos lleva inconscientemente a cosas que no queremos en realidad.
Esta pequeña envidia que a todos nos invade en algún momento tiene como causa la sociedad, una sociedad rica que normalmente se puede permitir la satisfacción de adquirir muchos de esos antojos momentáneos. Esta codicia surge porque nos comparamos. No nos gusta tener o ser más, sino tener o ser más que los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario